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Una intriga lingüística: Embassytown (La ciudad embajada)


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  •    Introducción.-


            Embassytown (2011) de China Miéville es la primera novela elegida para comenzar las reseñas de este año 2015. Se trata, sin lugar a dudas, de una de las mejores novelas de ciencia ficción publicadas en los últimos cinco años. Esto se puede comprobar rápidamente al ver los premios y nominaciones que ha venido cosechando. De hecho, ganó el premio Locus 2012 y el premio español Ignotus 2014 como mejor novela extranjera. También fue nominada como mejor novela para los premios Hugo y Nebula del 2012. Esto puede marcar un hito interesante para la ciencia ficción anglosajona que desde hace algún tiempo atrás se encuentra en crisis.
            Fue justamente el galardón otorgado por Ignotus lo que hizo que me animara a leerla. Ya la había visto varias veces en la librería Crisol pero no me terminaba convenciendo, en gran medida porque otra novela suya, “La estación de la calle Perdido”, aun aguarda en mis anaqueles para ser leída. Incluso, cuando intenté leer esa anterior novela de Miéville, lo que me desanimó fue su prosa demasiado recargada. Temía que algo parecido me sucediera con “Embassytown” o “La ciudad embajada”, en su versión en español.




  • El autor.-


            Hay que reconocer que China Miéville ha ganado mucho renombre en los últimos años. Se le califica como el máximo representante de la corriente literaria new weird, de la que debo reconocer no conozco mucho, aunque pareciera ser que se distingue por trasgredir las fronteras del terror, la ciencia ficción y la fantasía.
            Desde su primera novela publicada en 1998, ha venido cosechando diversos éxitos. Entre sus premios más destacados, ha ganado 4 veces el premio Locus, dos veces como mejor novela de fantasía con las novelas “The Scar” (2003) y “Iron Council” (2005), una vez como mejor novela juvenil con “Un Lun Dun” (2008), y una vez como mejor novela de ciencia ficción con “Embassytown” (2011). Asimismo, ha ganado el premio Hugo por “The City & The City” (2009) y ha recibido 3 nominaciones por “La estación de la calle Perdido” (2000), “The Scar” (2002) y “Iron Council” (2004). También ha ganado una vez el premio World Fantasy por “The City & The City” (2009) y ha obtenido otras cuatro nominaciones con “Iron Council” (2004), "Reports of Certain Events in London" (2004), “The Scar” (2002) y “La estación de la calle Perdido” (2000). Finalmente, ha obtenido tres nominaciones al premio Nebula, que todavía le resulta esquivo, por las novelas “La estación de la calle Perdido” (2000), “The City & The City” (2009) y “Embassytown” (2011).
            Con lo cual se puede afirmar con total contundencia que cada novela que publica genera un fuerte impacto dentro de la crítica de los géneros de ciencia ficción y fantasía. En gran medida esto se debe, según sus detractores, a sus complejas tramas y a la formación académica de su autor. No hay que olvidar que Miéville es antropólogo social de profesión y un activista político miembro del Partido Socialista de los Trabajadores del Reino Unido. Habría que analizar si estos conocimientos y experiencias políticas se ven aplicados en la conformación de sus historias. Por lo pronto, se sabe que Miéville siempre se ha mostrado disconforme con la fantasía tolkeniana, a la que considera muy conservadora.
            


  • La trama.-


            En cuanto a la trama de “Embassytown” (2011), la historia se centra en un solo personaje y en un solo lugar: Avice Benner Cho y La ciudad embajada. La ciudad embajada es una urbe diseñada por los terres -así se les llama a los seres humanos en la novela- que han conquistado el planeta Arieke y lo han incluido dentro de las colonias del imperio Bremen. No solo se trata de una ciudad cosmopolita habitada por distintas especies, sino también del centro político del planeta administrado por un grupo de terres que mantienen cierta autonomía con respecto del imperio al que pertenecen. Parte de su poder político radica en la capacidad de negociación que tienen con la población local del planeta, los ariekei, que son conocidos comúnmente como los Anfitriones, quienes no solo aceptan el yugo extraplanetario de manera casi inconsciente sino que también se encargan de comercializar con ellos importantes artículos tecnológicos que combinan robots con especies de seres vivos. Al punto, que la propia ciudad está construida con ese tipo de tecnología, por lo que resulta normal que las paredes de una casa tengan vida propia o que las armas puedan morir de inanición.
            Los ariekei son una especie de alienígenas bastante únicos en el universo, no solo por su apariencia bastante disímil a los seres humanos, una mezcla de un crustáceo con un insecto, sino también por la forma como se organizan y se comunican entre sí. El idioma de los ariekei es único, al punto que casi resulta imposible comunicarse con ellos, en gran medida porque para hablarlo se necesitan dos bocas que emitan sonidos a la vez y que utilicen una conciencia única. Para comunicarse con ellos, los terres tuvieron que criar varias parejas de clones que tuvieran una conexión mental avanzada que les permitiera imitar una conciencia única, para de tal manera poder comunicarse con los Anfitriones. Estas parejas de clones asumieron una identidad única y dual, a la vez, y conformaron el gobierno de La ciudad embajada con el cargo de Embajadores. Cada par de clones conformaba a un solo embajador sorprendentemente.
            De esa manera, estos embajadores eran los únicos capaces de negociar con los Anfitriones para obtener sus recursos tecnológicos y la comida necesaria para la subsistencia de la ciudad. Esto limitaba la capacidad del imperio Bremen para imponerse en el planeta, especialmente porque los intentos por comunicarse directamente con los ariekei habían fallado. Las máquinas, por ejemplo, que eran capaces de reproducir el idioma de los Anfitriones, no podían generar ningún tipo de diálogo puesto que ellos no las reconocían como interlocutores válidos al carecer de una conciencia. Se trata entonces de un idioma bastante peculiar y rudimentario, especialmente también porque los Anfitriones no podían mentir. Estaban lingüísticamente impedidos para ello ya que su lenguaje no había evolucionado lo suficiente como para desarrollar significaciones más complejas.
            Dentro de ese contexto aparece la figura de Avice, una mujer oriunda de La ciudad embajada y que desde niña, sin proponérselo, termina siendo vinculada a la sociedad de los ariekei, quienes la someten a una especie de ritual en donde su persona adquiere la connotación de símil lingüístico, por lo que sería conocida como “la niña a la que hicieron daño y comió lo que le dieron”. El uso de personas como símiles lingüísticos es un acontecimiento bastante raro para La ciudad embajada, especialmente porque los Anfitriones que viven dentro de la ciudad, no suelen tener contacto directo con otras especies, con excepción de los Embajadores. El uso de estos símiles parece estar restringido para un pequeño grupo de estos ariekei, que al parecer quieren traspasar los límites impuestos por su idioma.
            Avice se convierte con el paso de los años en una inmersora, es decir, una viajera espacial. En el universo creado por Miéville existen dos maneras para viajar a través de él, una de ellas y la más común es a través del inmer, una especie de corriente interespacial en la cual hay que sumergirse para viajar entre los distintos mundos. De tal forma, Avice se la pasa recorriendo el universo hasta que conoce a su tercer esposo, Scile, con quien decide volver a su ciudad natal dado el interés académico que siente Scile por el idioma de los Anfitriones, que considera único en el universo.
            Con el regreso de Avice y Scile a La ciudad embajada la trama comienza a desarrollarse a plenitud. Aunque esto es un tanto relativo por la forma como está siendo narrada la historia. Miéville está utilizando constantemente flashbacks para retroceder en el tiempo y explicar algunos de los temas pendientes dentro de la historia, que se va completando como si fuera un rompecabezas. Esto puede generar que la lectura se torne un poco lenta, como fue mi caso, pero no deja que sea carente de interés. Sin estos retrocesos en el tiempo no se podría comprender lo que viene después.
            Y lo que viene después es una intriga política de enormes proporciones que gira alrededor del idioma de los Anfitriones. La lingüística en ese sentido se convierte en un arma política, con la capacidad de determinar el desenlace de la contienda que comienza a desarrollarse entre los Embajadores, los representantes de Bremen y los ariekei. Especialmente porque un nuevo Embajador ha aparecido enviado por el imperio Bremen, un Embajador totalmente distinto a los demás puesto que no está conformado por clones sino por dos personas diferentes, que gozan por lo tanto de total autonomía. Esto acarreará problemas inconmensurables cuando su forma de hablar termine convirtiéndose en una droga para los ariekei, quienes prontamente se tornan en peligrosos e impredecibles adictos, que atentan contra la supervivencia de todas las especies que habitan en La ciudad embajada. Avice tendrá entonces que lidiar con una situación en la que prácticamente se ha dejado arrastrar.



  • Opinión (alerta de posibles spoilers).-


            Embassytown (2011), hay que decirlo primero, es una novela que no se digiere fácilmente. Su lectura es algo lenta, en gran medida por el juego de tiempos que hace el autor hasta la mitad del libro, donde va saltando constantemente del pasado al presente y viceversa. Aunque la narración mejora mucho cuando acaban estos flashbacks.
            En segundo lugar, el personaje principal de Avice Benner Cho es un personaje para el olvido. Carece de mayor simpatía y nunca llega a conectar del todo con el lector. De hecho, es un personaje que no asume las riendas de su destino hasta muy avanzada la novela, cuando recién comienza cobrar un real protagonismo. Lo llamativo de esto es que se trata de una propuesta deliberada de Miéville, quien va construyendo su historia pieza por pieza. Sinceramente, no estoy seguro que me termine de convencer este planteamiento narrativo.
            En tercer lugar, se encuentran poco desarrollados los personajes secundarios. Varios de ellos pasan desapercibidos y son meramente accesorios para la trama principal. De hecho, esto provoca que se convierta en una novela de un solo personaje, quitándole mayor interacción en ese sentido. Incluso, paradójicamente, a pesar de que la trama se ubica en una ciudad cosmopolita, en donde residen diversas especies alienígenas, la historia solo se centra en los ariekei y los humanos. Esto a mi parecer le resta mucho a la novela, puesto que pudo mostrar una mayor riqueza en la descripción de otras razas y culturas.
            En cuarto lugar, hay que reconocer que lo mejor de la novela es el esfuerzo del autor de dotar a su historia de un universo absolutamente novedoso, donde incluso la forma de viajar en el espacio se realiza de una manera absolutamente diferente de lo que usualmente se lee. Esto va de la mano con la trama que va construyendo en torno a una especie alienígena muy diferente a las descripciones a las que estamos acostumbrados, tanto en lo fisionómico como en cuanto a su organización social. Dentro de esa perspectiva, Miéville le da mucho peso al lenguaje que es planteado no solo como una herramienta de comunicación social sino también como una expresión del avance cultural de esa misma sociedad. En ese sentido, el lenguaje de los ariekei no es lo que les impide mentir sino mas bien es su grado de organización social lo que impide que los Anfitriones puedan desarrollar un tipo de lenguaje más complejo, en donde las palabras tengan mayores significados que los objetos que describen.
            En quinto lugar, habría que enfatizar en que el principal problema con la novela radica en la falta de explicación de muchos aspectos de este universo recreado por el autor. De hecho, nunca se explica adecuadamente la posición del imperio Bremen en este universo, menos la forma como el planeta de los ariekei termina siendo controlado por ellos, ni siquiera la manera cómo se organizan políticamente La ciudad embajada y la sociedad de los ariekei. Se sobreentiende que los Embajadores forman una especie de oligarquía pero no se sabe cómo es que se forma esta élite en el poder, ni cuántos la conforman. Por momentos pareciera ser infinita la cantidad de Embajadores, es decir, que estuviera más relacionada a la capacidad de “producción” de los mismos que a determinada cantidad previamente establecida con fines organizacionales.
            Lo peor es que tampoco se explica cómo es que el nuevo Embajador creado por el imperio Bremen genera ese efecto narcótico entre los ariekei. Se sabe que el hecho de que no tengan una conciencia única pero a la vez puedan hablar el idioma es lo que provoca esta reacción, pero más allá de esta afirmación no se sabe más, y obviamente es insuficiente para explicar el fenómeno. Queda menos claro cómo es que se terminan curando. Lo único que se señala es que cuando algunos ariekei empiezan a elaborar metáforas, es decir, a crear un lenguaje más complejo, inmediatamente dejan de estar bajo el efecto de esta especie de droga. Igual que antes, esta afirmación necesita una mayor explicación, que tampoco se encuentra dentro de la historia. Lo más evidente y curioso de este planteamiento lingüístico con respecto a los ariekei es que siendo una sociedad con un alto desarrollo tecnológico, al punto de combinar tejidos vivos con tecnología robótica, no hayan podido desarrollar antes un lenguaje mucho más complejo.
            Finalmente, en sexto lugar y a pesar de todo, no se trata de una mala novela. Al contrario, estoy de acuerdo con Sergio Mars en que se trata de una propuesta innovadora y ambiciosa en el campo de la ciencia ficción. Aunque, evidentemente, queden muchos vacíos dentro de la historia por rellenar. De hecho, se puede evidenciar que hay un claro intento de recrear una trama que vaya más allá de la temática aventurera, describiendo con ello sociedades alienígenas con cierto grado de complejidad. Aún falta más en ese camino, pero el derrotero queda trazado y eso es algo que espero más de Miéville en el futuro. Por lo pronto, es una lectura necesaria si se quiere conocer a uno de los mejores autores de ciencia ficción del momento.


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